Sentía limitada su misma inmensidad,
agobio por su eterna soledad.
Nos buscaban sus venas, estirándose
más allá de los montes y pinares
lejanos, más allá de vertederos
con hambrientas gaviotas, más allá
de alcantarillas, de áridos terrenos…
El mar: el fin de la naturaleza
fluyente, adonde llegan los obsequios
⸺plástico y variedades⸺
del dadivoso rey de lo creado.
En repentinas cabalgatas va
el calamar luciendo impermeable,
altiva la tortuga
en su bolsa con doble protección,
rígida la dorada con adorno
de horquilla atravesando el paladar…
Y en vez de serpentinas y confetis,
como fugaz descorche de champán,
un hormigueo de los microplásticos.
Van muriendo las olas en la arena
con un triste porqué.
(Manuel Aguilera, Y entre los abrojos pájaros de luz,
Ediciones Rilke)