No desdeña ningún
espacio
el violinista
callejero.
Hoy, sentado en su
taburete,
realza una modesta
esquina,
como también en
otras ocasiones
alguna silenciosa
plaza
o calle concurrida.
Apoya firmemente
el violín sobre el
hombro
y con dulzura
inclina su cabeza:
fusión del
violinista y su instrumento
en compacta emoción,
ninguno existe por
sí mismo.
Frote frenético del
arco
sobre las cuerdas,
cálidos sonidos
de imperceptibles
alas en la noche.
Un sinuoso vuelo de
notas
que alcanza a mis
fibras más íntimas,
que deja un poso de
quietud
y mudas sensaciones
que no sé descifrar.
Notas que en su
largo trayecto
se van debilitando
y exploran su lugar
en la rugosa y
amplia partitura del campo.
No vibrarán al
efusivo aplauso
de un repleto
auditorio,
sí a las joviales
gotas de rocío
que se ofrecen a la
mañana.
(Flujos de voz que no cesan)
Manuel Aguilera Serrano
Muy bonito Manolo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarGracias por su comentario.
EliminarPrecioso, Sr. Manuel. Una técnica sublime.
ResponderEliminarGracias por su comentario.
ResponderEliminarManuel tu poema que me ha gustado mucho con bonitas imágenes como "los cálidos sonidos de imperceptibles alas". "Notas que exploran su lugar en la rugosa y amplia partitura del campo". Además describes el efecto que produce en tu yo íntimo, en tu espíritu el sonido del violín "Un sinuoso vuelo de notas que alcanza a mis fibras más íntimas , que deja un poso de quietud y mudas sensaciones que no sé descifrar".
ResponderEliminarEnhorabuena. Un abrazo
Gracias, Fernando, por tu buen comentario. Me alegro de que te haya gustado.
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