Conservo en la
retina lo que puedo
llevarme de ti,
pueblo de mi infancia.
Insaciable, lo
intento todo, piedra
a piedra,
sentimiento a sentimiento,
y no puedo
evitar que te derrames.
Pero, ay, tu luz
me llega más cansina.
Esa luz, joven,
que se precipita
por los adarves
y ágil va ascendiendo
hasta las más
lejanas cumbres. Luz,
no atrapada, que
deja
jirones en los
verdes olivares,
en las sombrías
faldas de los montes,
en las
tonalidades de las sierras…
Color me vas
perdiendo. Casi en blanco
y negro ya tu
imagen.
Dime que tú
nunca envejeces. Dime
que por siempre
reluces, que soy yo,
a lo largo del
tiempo, jadeante y cansado.
(Manuel Aguilera, Y entre los abrojos pájaros de luz, Ediciones Rilke)
Muy bonito. Gracias
ResponderEliminarGracias.
EliminarMe gusta ese requiebro poético que le haces a tu pueblo bañado de luz y color
ResponderEliminarGracias, Fernando.
EliminarQue bien describes a nuestro querido y precioso pueblo. Un abrazo Manuel
ResponderEliminarGracias, Julio.
EliminarMe gusta n tus poemas. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro de que le gusten. Un abrazo.
EliminarGracias Manuel por ese recuerdo de luz que se hermana con el mío. Con mi pueblo, con el pasado, con aquello de natural que me acompañó en mi niñez, se hermana el sentimiento como algo común en el hombre. Gracias nuevamente
ResponderEliminarGracias. Comentarios como el tuyo animan. Me alegro de que te haya gustado el poema.
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