Las
Relaciones de la vida del escudero Marcos
de Obregón (1618) es la única novela que escribió el rondeño Vicente
Espinel (1550-1624), muy estimada en su tiempo y que plantea bastantes
problemas en cuanto a su inclusión en el género picaresco. El protagonista
relata su vida como personaje dual (Marcos-Espinel), un hibridismo —mezcla
de biografía y ficción— que ha sido bien estudiado
por G. Haley[1].
Relata
cómo, en su etapa de pubertad o apenas salido de ella, decide salir de Ronda
para estudiar en la universidad de Salamanca, iniciándose su primera salida.
Llega a Córdoba, sin mencionar para nada el trayecto recorrido. Dedica el
tiempo, por la mañana temprano, a oír música en la «Iglesia
mayor».
Después, durante el almuerzo en el Mesón del Potro, un pícaro se aprovecha de
él comiendo a su costa. Allí, en la ciudad, permanece quince días, según afirma
en su exposición ante el juez.
Los
espacios interiores solo son aludidos: Mesón del Potro (donde se hospeda), otra
pensión donde vuelve a comer con el pícaro y la «Iglesia mayor». Del espacio
exterior se reflejan algunas pinceladas, como esa focalización rápida de la
ciudad cuando capta un rasgo esencial («Córdoba
la llana»), o
el recorrido por el popular barrio de San Pedro cuando alude a «una
casa grande». En el paseo con los dos estudiantes,
tampoco se considera el espacio[2].
El
trayecto desde Córdoba se resume bastante. Tan solo se da referencia desde la
salida hasta un pueblo pequeño, sin mencionar su nombre, lugar elegido por el
arriero para llevar a cabo el engaño a Marcos y al resto de los estudiantes. Es
el tercer día de camino, y quizás en este día se llegase a Salamanca. Poca
información se transmite del espacio exterior, y el que se describe es
nocturno. Difícilmente se aprecian la vereda, el alcornoque, los árboles, las
matas (un poco altas). Se percibe una sensación de lejanía: ladrar de perros
por la presencia de los otros estudiantes perdidos. En resumen, espacio un
tanto extraño y misterioso. La llegada a Salamanca bien pudo ser durante la
estación otoñal, en la que comenzaría el curso universitario (probablemente en
el mes de octubre)[3].
Allá
estaría bien pasados los tres o cuatro años, hasta el momento en que una
urgencia le hace encaminarse a Ronda para heredar de un pariente una «donación,
o capellanía». Esta sería su segunda salida de
Salamanca, ya que hubo una primera (en la que el protagonista tiene que volver
a su tierra, igual que los demás estudiantes, por revueltas estudiantiles) que
solo es recordada sucintamente como conversación de camino con unos mercaderes,
que se dirigen también a Ronda con motivo de su feria[4].
Así
comenta esta segunda salida:
Acordándome de la poca
población que había en Sierra Morena por aquella parte de la Hinojosa, que
había quince leguas sin poblado, y por no dejar de ver a Madrid y a Toledo,
vine por esta máquina: pasé por Toledo y Ciudad Real[5].
En
compañía de los mercaderes, pasan por la comarca de los Pedroches, llegando a
Conquista (cuarta jornada de camino) «un
domingo por la mañana» y allí oyen misa. Continúan
la marcha entregados a un tiempo de conversación. Es la estación primaveral, «que
en Sierra Morena por mayo y por todo el verano, aunque de noche hace fresco, de
día se encienden los árboles de calor»[6]. El
espacio es exteriorizado y concreto, describiéndose con realismo el medio
geográfico por donde pasan. En este caso, el aspecto montañoso de Sierra Morena
con sus características peculiares: pastor con ganado y perros; paisaje de «ladera», «espesura», «peña» con
agua a su pie[7].
Cuando,
en conversación de camino, refiere a los mercaderes su primera salida de
Salamanca, continúa su descripción del espacio de Sierra Morena: «espesuras», «escondrijos
llenos de revueltas y dificultades», «profundidades» en
las que se despeña el agua, «árboles», «matas» e «infernal
hondura». A
estas características hay que añadir el alojamiento de los bandoleros que «parecía
más de zorras que de hombres». Se hace referencia
a la «leña
de encina» tan abundante, a «los
tasajos de venado» y a la muchísima caza de
esa zona[8].
Va
finalizando la jornada ofreciéndose a la vista un nuevo paisaje, la comarca del
Alto Guadalquivir, y se regocija el protagonista a la llegada a Adamuz:
Lugar apacible, puesto en
el principio o fin de Sierra Morena, en jurisdicción del Marqués del Carpio. Y
al mismo tiempo se descubrieron aquellos fértiles campos del Andalucía, tan
celebrada de la antigüedad por los Campos Elíseos, reposo de las almas
bienaventuradas. Posamos y reposamos aquella noche en Adamuz[9].
A
partir de la quinta jornada, Marcos se separa de los mercaderes, «tomando
la vía del Carpio», por llegar a Málaga a
resolver unos asuntos. Conforme se va acercando a la orilla del Guadalquivir,
encuentra algunos «arenales», «bosquecillo» con
conejos y otras «cazas», «un
culebrón y una zorra», «zarzal
y matas muy espesas». Buscando al mulo por toda
la ribera del Guadalquivir, se admira de la abundancia de conejos[10]. Desde la otra parte del
río contempla el paisaje:
Miré aquel pedazo de
tierra en el tiempo que allí estuve, que en fertilidad y influencia del cielo, hermosura de
tierra y agua no he visto cosa mejor en toda la Europa; y para encarecella de
una vez, es tierra que da cuatro frutos al año[11].
Aquella
noche se queda en el mesón. El incidente de la pérdida del mulo motiva que, al
día siguiente, salga con retraso. La salida queda muy resumida. El paisaje
vuelve a cambiar durante el trayecto Lucena-Benamejí. Camina ya por una zona
con características de la Subbética: camino de «lodo», porque
había llovido; paso de un «río» y
subida a un «cerro» con
«sendas
de ovejas y cabras»; en la parte baja, un «arroyo
salado»;
subida «ladera
arriba»;
cortijo en «lo alto del cerro». Se
mencionan los productos típicos, y asegura que «el
aceite de aquella tierra y el vino y vinagre es de lo mejor que hay en toda la
Europa»[12].
Además
de este espacio exterior y concreto, se cambia también a un espacio interior
(cortijo de la Subbética y casa del señor de Benamejí). De este espacio apenas
se dice nada. Y, finalmente, el trayecto Benamejí-Málaga se elide.
De
la vuelta (Ronda-Salamanca), solo se menciona que negoció «a lo
que iba» y
su llegada a Salamanca, sin llegar siquiera al resumen.
Marcos
realiza, ya en su vejez, un último viaje a Andalucía, que se caracteriza por su
incoherencia. Se trata de un tiempo imposible, incoherente en cuanto a la
estructura del tiempo en la novela. Ello es indicio de que se trata más bien de
un viaje emocional para despedirse de Andalucía. Es muy escueto en cuanto a su
trayecto por la provincia de Córdoba. Descansando en una venta, entabla
relación con el licenciado Villaseñor, oidor de Sevilla, que en su compañía
realizará parte del camino. Solo manifiesta que «Llegamos
a Córdoba, donde fue forzoso el apartarnos […]. Y con esto, llegando a la
puente de Guadalquivir, dividímonos cada
uno por su camino»[13].
En
definitiva, trayectos de Marcos de Obregón por distintas zonas geográficas,
aquí analizadas las de la provincia de Córdoba. El tiempo transcurre en la
acción física de caminar y, paralelamente, de conversar. Se presenta la vida
corriente: se descansa, se come y se duerme en las ventas, y tienen relevancia
los encuentros.
[1] «Vicente Espinel y Marcos de Obregón: Biografía,
Autobiografía y Novela», en Vicente
Espinel, Obras completas, Introducción general, Málaga, Diputación
provincial, 1994.
[2] I, 182-89. Cito por
la edición de Carrasco Urgoiti, Vida del
escudero Marcos de Obregón, II t., Madrid, Castalia, 1988.
[3] I, 190-98.
[4] I, 230-31.
[5] I, 212.
[6] I, 227.
[7] I, 227-28.
[8] I, 230-33.
[9] I, 236.
[10] I, 236, 238, 242.
[11] I, 243
[12] I, 251-53.
[13] II, 225.