MARCOS DE OBREGÓN POR LA PROVINCIA DE CÓRDOBA

 
Artículo publicado en El Celemín (revista de vida y cultura de Torrecampo [Córdoba] ), nº 30, agosto 2022.


Las Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618) es la única novela que escribió el rondeño Vicente Espinel (1550-1624), muy estimada en su tiempo y que plantea bastantes problemas en cuanto a su inclusión en el género picaresco. El protagonista relata su vida como personaje dual (Marcos-Espinel), un hibridismo mezcla de biografía y ficción que ha sido bien estudiado por G. Haley[1].

Relata cómo, en su etapa de pubertad o apenas salido de ella, decide salir de Ronda para estudiar en la universidad de Salamanca, iniciándose su primera salida. Llega a Córdoba, sin mencionar para nada el trayecto recorrido. Dedica el tiempo, por la mañana temprano, a oír música en la «Iglesia mayor». Después, durante el almuerzo en el Mesón del Potro, un pícaro se aprovecha de él comiendo a su costa. Allí, en la ciudad, permanece quince días, según afirma en su exposición ante el juez.

Los espacios interiores solo son aludidos: Mesón del Potro (donde se hospeda), otra pensión donde vuelve a comer con el pícaro y la «Iglesia mayor». Del espacio exterior se reflejan algunas pinceladas, como esa focalización rápida de la ciudad cuando capta un rasgo esencial («Córdoba la llana»), o el recorrido por el popular barrio de San Pedro cuando alude a «una casa grande». En el paseo con los dos estudiantes, tampoco se considera el espacio[2].

El trayecto desde Córdoba se resume bastante. Tan solo se da referencia desde la salida hasta un pueblo pequeño, sin mencionar su nombre, lugar elegido por el arriero para llevar a cabo el engaño a Marcos y al resto de los estudiantes. Es el tercer día de camino, y quizás en este día se llegase a Salamanca. Poca información se transmite del espacio exterior, y el que se describe es nocturno. Difícilmente se aprecian la vereda, el alcornoque, los árboles, las matas (un poco altas). Se percibe una sensación de lejanía: ladrar de perros por la presencia de los otros estudiantes perdidos. En resumen, espacio un tanto extraño y misterioso. La llegada a Salamanca bien pudo ser durante la estación otoñal, en la que comenzaría el curso universitario (probablemente en el mes de octubre)[3].

Allá estaría bien pasados los tres o cuatro años, hasta el momento en que una urgencia le hace encaminarse a Ronda para heredar de un pariente una «donación, o capellanía». Esta sería su segunda salida de Salamanca, ya que hubo una primera (en la que el protagonista tiene que volver a su tierra, igual que los demás estudiantes, por revueltas estudiantiles) que solo es recordada sucintamente como conversación de camino con unos mercaderes, que se dirigen también a Ronda con motivo de su feria[4].

Así comenta esta segunda salida:

Acordándome de la poca población que había en Sierra Morena por aquella parte de la Hinojosa, que había quince leguas sin poblado, y por no dejar de ver a Madrid y a Toledo, vine por esta máquina: pasé por Toledo y Ciudad Real[5].

En compañía de los mercaderes, pasan por la comarca de los Pedroches, llegando a Conquista (cuarta jornada de camino) «un domingo por la mañana» y allí oyen misa. Continúan la marcha entregados a un tiempo de conversación. Es la estación primaveral, «que en Sierra Morena por mayo y por todo el verano, aunque de noche hace fresco, de día se encienden los árboles de calor»[6]. El espacio es exteriorizado y concreto, describiéndose con realismo el medio geográfico por donde pasan. En este caso, el aspecto montañoso de Sierra Morena con sus características peculiares: pastor con ganado y perros; paisaje de «ladera», «espesura», «peña» con agua a su pie[7].

Cuando, en conversación de camino, refiere a los mercaderes su primera salida de Salamanca, continúa su descripción del espacio de Sierra Morena: «espesuras», «escondrijos llenos de revueltas y dificultades», «profundidades» en las que se despeña el agua, «árboles», «matas» e «infernal hondura». A estas características hay que añadir el alojamiento de los bandoleros que «parecía más de zorras que de hombres». Se hace referencia a la «leña de encina» tan abundante, a «los tasajos de venado» y a la muchísima caza de esa zona[8].

Va finalizando la jornada ofreciéndose a la vista un nuevo paisaje, la comarca del Alto Guadalquivir, y se regocija el protagonista a la llegada a Adamuz:

Lugar apacible, puesto en el principio o fin de Sierra Morena, en jurisdicción del Marqués del Carpio. Y al mismo tiempo se descubrieron aquellos fértiles campos del Andalucía, tan celebrada de la antigüedad por los Campos Elíseos, reposo de las almas bienaventuradas. Posamos y reposamos aquella noche en Adamuz[9].   

A partir de la quinta jornada, Marcos se separa de los mercaderes, «tomando la vía del Carpio», por llegar a Málaga a resolver unos asuntos. Conforme se va acercando a la orilla del Guadalquivir, encuentra algunos «arenales», «bosquecillo» con conejos y otras «cazas», «un culebrón y una zorra», «zarzal y matas muy espesas». Buscando al mulo por toda la ribera del Guadalquivir, se admira de la abundancia de conejos[10]. Desde la otra parte del río contempla el paisaje:

Miré aquel pedazo de tierra en el tiempo que allí estuve, que en fertilidad y influencia del cielo, hermosura de tierra y agua no he visto cosa mejor en toda la Europa; y para encarecella de una vez, es tierra que da cuatro frutos al año[11].

Aquella noche se queda en el mesón. El incidente de la pérdida del mulo motiva que, al día siguiente, salga con retraso. La salida queda muy resumida. El paisaje vuelve a cambiar durante el trayecto Lucena-Benamejí. Camina ya por una zona con características de la Subbética: camino de «lodo», porque había llovido; paso de un «río» y subida a un «cerro» con «sendas de ovejas y cabras»; en la parte baja, un «arroyo salado»; subida «ladera arriba»; cortijo en «lo alto del cerro». Se mencionan los productos típicos, y asegura que «el aceite de aquella tierra y el vino y vinagre es de lo mejor que hay en toda la Europa»[12]. Además de este espacio exterior y concreto, se cambia también a un espacio interior (cortijo de la Subbética y casa del señor de Benamejí). De este espacio apenas se dice nada. Y, finalmente, el trayecto Benamejí-Málaga se elide.

De la vuelta (Ronda-Salamanca), solo se menciona que negoció «a lo que iba» y su llegada a Salamanca, sin llegar siquiera al resumen.

Marcos realiza, ya en su vejez, un último viaje a Andalucía, que se caracteriza por su incoherencia. Se trata de un tiempo imposible, incoherente en cuanto a la estructura del tiempo en la novela. Ello es indicio de que se trata más bien de un viaje emocional para despedirse de Andalucía. Es muy escueto en cuanto a su trayecto por la provincia de Córdoba. Descansando en una venta, entabla relación con el licenciado Villaseñor, oidor de Sevilla, que en su compañía realizará parte del camino. Solo manifiesta que «Llegamos a Córdoba, donde fue forzoso el apartarnos […]. Y con esto, llegando a la puente de Guadalquivir, dividímonos  cada uno por su camino»[13].

En definitiva, trayectos de Marcos de Obregón por distintas zonas geográficas, aquí analizadas las de la provincia de Córdoba. El tiempo transcurre en la acción física de caminar y, paralelamente, de conversar. Se presenta la vida corriente: se descansa, se come y se duerme en las ventas, y tienen relevancia los encuentros.

 

                                                                        Manuel Aguilera Serrano





[1] «Vicente Espinel y Marcos de Obregón: Biografía, Autobiografía y Novela», en Vicente Espinel, Obras completas, Introducción general, Málaga, Diputación provincial, 1994.

[2] I, 182-89. Cito por la edición de Carrasco Urgoiti, Vida del escudero Marcos de Obregón, II t., Madrid, Castalia, 1988.

[3] I, 190-98.

[4] I, 230-31.

[5] I, 212.

[6] I, 227.

[7] I, 227-28.

[8] I, 230-33.

[9] I, 236.

[10] I, 236, 238, 242.

[11] I, 243

[12] I, 251-53.

[13] II, 225.

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