EL JAZMÍN

  

Recuerdo aquel jazmín

en el umbrío patio de la casa

abandonada. Sus abiertos ojos

en las noches más largas.

 

Tal vez, por su genética,

descubrió que no existen

las sombras sin la luz.

Trepando por el muro en una sucesión

de días y de noches, se agazapó en sus hombros.

Desde allí armonizó pacientemente

los diversos matices de los días:

el tímido despunte de la aurora,

el refulgente mediodía, el frágil

sonrojo del crepúsculo.

 

Bonachón, allí siempre, con sus ojos

blancos, era aceptado

cómplice —en el silencio

del alma— de los juegos

y de las travesuras.

 

Cuánta luz trae su mirada limpia

cuando asoma en las noches

de recuento de sombras.

(Y entre los abrojos pájaros de luz, Manuel Aguilera)


                                                          


OTROS REYES MAGOS

 

Sentía limitada su misma inmensidad,

agobio por su eterna soledad.

Nos buscaban sus venas, estirándose

más allá de los montes y pinares

lejanos, más allá de vertederos

con hambrientas gaviotas, más allá

de alcantarillas, de áridos terrenos…

 

El mar: el fin de la naturaleza

fluyente, adonde llegan los obsequios

plástico y variedades

del dadivoso rey de lo creado.

En repentinas cabalgatas va

el calamar luciendo impermeable,

altiva la tortuga

en su bolsa con doble protección,

rígida la dorada con adorno

de horquilla atravesando el paladar…

Y en vez de serpentinas y confetis,

como fugaz descorche de champán,

un hormigueo de los microplásticos.

 

Van muriendo las olas en la arena

con un triste porqué.


(Manuel Aguilera, Y entre los abrojos pájaros de luz,

Ediciones Rilke)

 

EN LA RETINA

 


Conservo en la retina lo que puedo

llevarme de ti, pueblo de mi infancia.

Insaciable, lo intento todo, piedra

a piedra, sentimiento a sentimiento,

y no puedo evitar que te derrames.

 

Pero, ay, tu luz me llega más cansina.

Esa luz, joven, que se precipita

por los adarves y ágil va ascendiendo

hasta las más lejanas cumbres. Luz,

no atrapada, que deja

jirones en los verdes olivares,

en las sombrías faldas de los montes,

en las tonalidades de las sierras…

 

Color me vas perdiendo. Casi en blanco

y negro ya tu imagen.

Dime que tú nunca envejeces. Dime

que por siempre reluces, que soy yo,

a lo largo del tiempo, jadeante y cansado.

(Manuel Aguilera, Y entre los abrojos pájaros de luz, Ediciones Rilke)

LA MIRADA AL FRENTE

 

… ¿Y volver la cabeza condoliéndote

de todo lo que dejas?

Solamente verás subir el humo

del tiempo consumido.

Sigue adelante, no te preocupes.

Si un sentimiento late en la ceniza

y te busca: unas lágrimas, un beso,

una caricia…, desplegando el vuelo

te alcanzará a lo largo del camino.

 

No mires para atrás. El tiempo consumido

o deja una frialdad que congela el aliento

o extrema consunción,

absoluto vacío

en estatua de sal.

 

Al frente la mirada,

a un tiempo por venir en continuos instantes.

No vas solo si miras a los lados.

Formas parte de un vasto corazón

latiendo intensamente hacia la luz sin término.

(Manuel Aguilera, Y entre los abrojos pájaros de luz, Ediciones Rilke)

EL SUR (POEMA DE BORGES)

 

EL SUR

 

Desde uno de tus patios haber mirado

las antiguas estrellas,

desde el banco de

la sombra haber mirado

esas luces dispersas

que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar

ni a ordenar en constelaciones,

haber sentido el círculo del agua

en el secreto aljibe,

el olor del jazmín y la madreselva,

el silencio del pájaro dormido,

el arco del zaguán, la humedad

—esas cosas, acaso, son el poema.

 

En la memoria el recuerdo nostálgico. Aquellas casas del Sur de Buenos Aires, decimonónicas, con su patio y aljibe. Como la suya, la de la infancia, que aún conservaba en la retina. Y aflora una enumeración de motivos que configuran el campo semántico de esas casas: patio, estrellas, banco, aljibe, jazmín, madreselva, pájaro, arco del zaguán, humedad. Campo semántico —primera parte— que abarca todo el poema, a excepción del último verso —segunda parte— que sintetiza o concluye.

El poema pertenece a Fervor de Buenos Aires (1923), su primer libro de poemas, en el que aparecen ya esos motivos recurrentes en su trayectoria poética. Este poemario, como afirma Borges en otra edición del libro (1969), prefigura todo lo que haría después. Se puede observar esa recurrencia de motivos en poemas del libro (Patio, cielo encauzado. / El patio es el declive / por el cual se derrama el cielo en la casa [«Un patio»]), como también en otros poemarios (… Te sentía / en los patios del Sur y en la creciente / sombra que desdibuja lentamente / su larga recta, al declinar el día [«Buenos Aires», El otro, el mismo]).

El poema se estructura alrededor de dos verbos fundamentales («haber mirado», «haber sentido») que centran la significación en las vivencias contemplativas del sujeto lírico. El verbo mirar adquiere un significado transcendente, el que conlleva la contemplación. Y el verbo sentir tiene una amplitud que supera la simple referencia física, se introduce en un conocimiento íntimo, profundo, a nivel emotivo e intelectual.

Vivencias de instantes que retornan en el tiempo, que para Borges es cíclico. Y así, en la noche, «desde el banco de la sombra», el elegido, el favorito, el que resguarda del sol durante el día, haber contemplado el cosmos, encendido, misterioso e inabarcable (esas luces dispersas / que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar / ni a ordenar en constelaciones). Instantes de haberse sentido siendo en plena intimidad con la naturaleza. Con el olor del jazmín y la madreselva, con el pájaro en su silencio, con el círculo del agua del secreto aljibe (imagen del tiempo que retorna)…

        En definitiva, el sentir la vida en profundidad. Para él, como expresa en su poema «La Recoleta» (Fervor de Buenos Aires, en su edición de las Obras completas, 1974): «… Sólo la vida existe. / El espacio y el tiempo son formas suyas, / son instrumentos mágicos del alma, / y cuando ésta se apague, /se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte…».

        El poema concluye en el último verso (segunda parte), planteando qué es el poema, la poesía. Muchas definiciones se han dado, y todas dicen algo; pero ninguna la define en su totalidad. La poesía siempre se escapa utilizando formas distintas. Es inabarcable. El poeta es consciente de ello y, con cierto reparo, se atreve a sugerir que, tal vez, lo expresado sea el poema. Es decir, ese hondo sentimiento de sentir la vida, al mismo tiempo que la propia existencia.

LA POLÉMICA ENTRE CRISTIANOS VIEJOS Y NUEVOS Y SU INFLUENCIA EN LA LITERATURA DEL SIGLO DE ORO

 

Este artículo, debido a su extensión, no lo he podido incluir en el blog. Sin embargo, acaba de publicármelo ALMIAR (revista online, de consulta gratuita).

Enlaces para su consulta:

Artículo completo (PDF): https://margencero.es/margencero/wp-content/uploads/2021/04/cristianos-viejos.pdf

 

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