Se deja caer el día como niño en los brazos maternos.
El aire palpa maderas buscando alguna rendija.
Lo presiente el perro, dormido, con suave tic de orejas.
Lo presienten los troncos que crepitan en el fogón.
El fuego, boca de imán, seduce espacios y tiempos.
En corro danzarín de colores,
saltan y giran verdes, azules, rojos,
que se extenúan en la poderosa agitación
del amarillo. En su honda quietud,
el río Bembézar entre montañas encorvado,
el estrecho caminito, cicatriz en el verde.
El hombre de pelo hirsuto, de paso cadencioso,
que sube, que baja la calle, siempre a la misma hora.
La plaza de las Tendillas y su reloj de aguijado rasgueo.
Los Adarves, de embrujada luna e hilaridad de fuentes.
El trigo en temblor.
La sonrisa de Baco.
La miel de unos ojos…
Espacios y tiempos, adheridos a la luz y al goce,
que buscan como final reconocerse en la ceniza.
Balancea el almanaque en la pared
desgranando su hoja caduca.
(Notas de arpa en vuelo, Perea Ediciones, 2018)
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