Una sombra fantasmal surca
las aguas —negras hoy,
ayer azules—. Como acero
las jábegas, la luz,
el reír de los niños.
No se blande el tridente,
y los caballos ni las olas
ni el viento reconocen.
Solo vómitos por la orilla.
Ni palas ni cubos que puedan
reducirlos, ni excusas
que desagravien al airado Poseidón,
a los valientes Argonautas
y al astuto Odiseo.
(Calle de la mar sin número, ed. Vitruvio, 2013)
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