No necesitas tono
altisonante ni espectáculo
para entrar en la casa.
Sin erguir la cabeza logras
mi totalidad desde dentro.
Un hálito, un susurro,
y como una madre conmueves.
¡La mar!
Mas en días hoscos asomas
la cabeza. Ni acantilados
ni espigones que se resistan.
Nada ni nadie que se enfrenten
al clamor. Silencio en la casa.
¡El mar!
(Calle de la mar sin número, ed. Vitruvio, 2013)
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