En las noches de plenilunio,
recuerdas rezos, himnos,
a Noctiluca. Constante murmullo
tu voz hasta la orilla
desde campos de posidonias.
No te extenúan las genuflexiones
al entrar y salir
del santuario rupestre. Donde ofrendas
racimos de algas, conchas…
El luminoso manto
divino, en gratitud,
sobre el cuerpo ondulante.
(Calle de la mar sin número, ed. Vitruvio, 2013)
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