ESTACIÓN DE ORIGEN (ANDÉN 2)

                                                             ¡Oh gran río, gran rey de Andalucía, 

                                                     De arenas nobles, ya que no doradas! 

                                                                                              Góngora 



En grises entornos se acoge la ciudad

resignada a la lluvia, al empuje del viento

corneando los árboles, los paneles de anuncios.

Por aceras peatones, espectros huidizos.

Tú otro más, que no huye del agua

sino de sí mismo.

¿Por qué caminas con tanta vaciedad

que desconoces los puntos cardinales?

¿Qué palabras han herido tu sosiego?

Errante Caín, detente:

no has matado a nadie.

    Borrosas siluetas de peatones

tras el ventanal de la cafetería.

El pizarrín de un dedo índice

desvirga la luna empañada

caligrafiando un yo grandioso.

No puedes reprimir

—mientras los cafés, engreídos,

vahean en los veladores—

que tu mirada serpentee

por el vidrio y esboce un yo minúsculo.

El que desde la ventana observa pasar y pasar

el Guadalquivir bajo el puente romano,

grave y erguido hacia la inmensidad, arrastrando florilegios,

el tembloroso quousque tandem abutere,

las notas del armónium, los cánticos y rezos.

    El que tantas veces a horcajadas

huye en sus lomos,

y en patios y en pasillos queda un algo.

Para unos, un silencio;

para otros, una sombra.


El silencio de una sombra bajo la mirada del Arcángel.


(Notas de arpa en vuelo, Perea Ediciones, 2018)



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