que se me pegue
la lengua al paladar
si no me acuerdo
de ti.
Salmo 136
De tantas formas y en tantos momentos
llegas, Ciudad del Agua.
Hoy desovillándome hasta el fin,
hasta el cono, eje medular
donde está la imprimación, la desnudez más absoluta.
Un rastro de imágenes, de olores, de sonidos…:
tañer de campanas, que doblan o repican,
monocordes quejas de telares,
en un límpido entorno de concierto hallado
con casas en inmanente vuelo —cal que se ciñe a la
altura—,
con faros al mar en lejanía, tras sierras y
estribaciones,
que principia uno de sus caminos en bocas de manantiales
—de la Salud y del Rey,
Duende de la Milana, Fontanal…—.
Agua peregrina que va descuajando
silencios de huertos
y por rutas y afluencias
agota su existir en la llegada a la inmensidad.
Me dejas, Ciudad del Agua,
un tul de orfandad, de ensoñaciones,
con vahos de ternura.
Sustancia primigenia que me sigue.
Y soy niño
que dormita sin las palabras
de la mamá, sin su tacto en la frente,
y emigrante
que exprime su sentir
en la agitación del pañuelo
al despertar de motores
o en el abrazo de guillotina
al silbido del tren,
y cerezo
que cierra sus ojos de nieve al afilado besar del
hacha.
(Notas de arpa en vuelo, Perea Ediciones, 2018)
Hola Manuel, hermoso poema el que dedicas a nuestro querido pueblo. Te he descubierto a través de Facebook y con tu permiso me quedo para seguirte e invitarte a pasar por el mío si te apetece.
ResponderEliminarSaluditos.
Gracias, Conchi. Seguiré también tu blog. Un saludo.
EliminarOh!! Hermoso canto a tu ciudad de origen.
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